Bienvenidos al sitio de la revista de la cooperativa El Álamo.

La Universidad de Buenos Aires sale al encuentro de la sociedad civil y se pone al servicio de los que más necesitan de profesionales de calidad dotados de una importante sensibilidad social. De aquí que se establezca esta relación con cooperativas y ONGs dedicadas a abordar el problema de la basura en un sector de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
La revista “CONEXIONES.UNAMOSEPARANDO” , se hace cargo de la cuestión de la BASURA desde diferentes aristas: lo social, lo político, lo económico, lo medioambiental, etc.
Ponemos sobre relieve la basura como problema complejo, ya que además supone subjetividades que deberían ser re-pensadas y en ese sentido, re- significadas, como por ejemplo el cartoneo.
Somos articuladores de los saberes y sentidos presentes en la sociedad; y también facilitadores del diálogo público en la esfera pública, debido a que como comunicadores sociales tenemos un rol ético, social y práctico fundamental como colaboradores en construir ciudadanía.

RECICLADO

Las cooperativas reciben plástico, vidrio, cartón, papeles, latas de metal y tetra bricks. Es importante que estén limpios y secos para recuperarlos.

EL ÁLAMO

El Álamo es una de las distintas cooperativas que trabajan en la recuperación de residuos dentro de Capital Federal. Su área es la comuna 12.

CONTENEDORES

Uno de los contenedores que pueden verse por la Ciudad. Son útiles para desechar todo tipo de basura pero nadie los quiere enfrente de su casa.

DEUDA

Según la OMS, una ciudad debe contar con 10 m2 de espacios verdes por habitante para ser un buen entorno. Buenos Aires está en deuda: llega a 6 m2.

SEPARACIÓN EN ORIGEN

Una de las claves para gestionar adecuadamente los residuos es la separación en origen. De lo contrario pierden valor y exigen un mayor esfuerzo.

CONTAMINACIÓN

El riesgo que implica la invasión de los desechos en la vida diaria de las personas.

DESECHOS

Las cuencas de los ríos reciben desechos directa e indirectamente, y afecta a las poblaciones más vulnerables, que suelen establecerse alrededor.

Informe: "La Argentina cartonera"

El siguiente informe fue realizado por la profesora de Historia Graciela Benítez Monteverde. Se trata de una periodización del movimiento cartonero y las consecuencias psico-sociales de las personas que llevan a cabo esta práctica. Interesante para conocer la génesis de estos actores sociales.

Año 2013
LA ARGENTINA CARTONERA
Era el crudo invierno del 2002. Lo recuerdo como si fuera hoy, en el fondo, fila del medio, muy delgadito, con sus ojos profundamente tristes tras unos anteojos iguales a los de John Lennon .Era un 3ro 6ta de Polimodal, turno tarde, de la escuela media de José C Paz donde me desempeño como profesora. M.S. (iniciales de su nombre) cabeceaba de sueño toda la hora, y concluía profundamente dormido. Pensé que serían mis clases sumamente aburridas, sin embargo, un día me pidió permiso para ir al baño, se sentía mal según dijo…y al levantarse y hacer dos pasos se desplomó en el piso. Cuando logró volver en sí, me susurró:”hace dos días que no como y estoy sin dormir porque acompaño a mi viejo a cartonear”…¡qué fortaleza! ,pensé en ese momento, a pesar de todo está aquí intentando terminar el secundario. Nunca supe más de él.

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INTRODUCCIÓN 
La crisis del 2001/2002, puso a los argentinos frente a la dura realidad de que la pobreza ya no era un accidente o un desvío temporario del camino hacia la grandeza (idea fija en el imaginario argentino), sino que la pobreza pasaba a ser un dato de la estructura social. A principios del 2002, las estadísticas indicaban que la desocupación alcanzaba al 21% de la población y que el 44% de los habitantes estaba por debajo de la línea de pobreza. El proceso que se inició en diciembre del 2001, “dio paso a un masivo cacerolazo y a la rápida organización de asambleas que expresaron su estado deliberativo, que no alcanzó a ser masivo, pero sí contó con simpatías mayoritarias entre la población no participante, y que, al traer el resultado de la virtual caída de dos gobiernos, insufló una nueva fe en las posibilidades de la acción colectiva y del enfrentamiento con el poder…” (Gambina/Campione, Los años de Menem, 2004). La crisis creó actores nuevos, tres figuras sociales pueden resumir la nueva realidad del momento: los caceroleros, los piqueteros y los cartoneros. Los primeros, provenientes de sectores de la clase media reclamaban a los bancos por sus ahorros perdidos o por la corrupción política. Los segundos, desocupados que se manifiestaron cortando rutas y caminos, eran la fuerte voz de los excluídos. Los últimos, por las noches, revolvían la basura para juntar papeles y cartones que valían su peso en dólares…”semejaban la invasión de los ejércitos de las tinieblas sobre la ciudad”. Sería simplista ver en ellos un signo de explosión del orden social, de hecho no fue así; no fueron ni anárquicos ni destructivos. Los caceroleros poco a poco fueron menguando sus fuerzas, y los más comprometidos se convirtieron en grupos de gestión de problemas barriales. Los piqueteros llevaron hasta sus últimas consecuencias su modalidad de organizarse para hacer reclamos al Estado y aún hoy presionan por lo que consideran justo y llevan a cabo acciones programadas. Los cartoneros, a su vez, pasarán a formar parte de un engranaje de empresas de variado alcance (más adelante se tratará en detalle).

PERIODIZACIÓN DEL MOVIMIENTO CARTONERO
Analizando el desarrollo del movimiento cartonero en Argentina, circunscribiendo el mismo a la Capital Federal y el Conurbano Bonaerense, se podría decir que pasa por tres etapas: la primera, del 2001 al 2003, la segunda del 2003 al 2008 y una etapa final que parte desde el 2008 hasta la actualidad, pasando de ser cartoneros en la primera fase, a acopiadores en la segunda y a recicladores en la tercera. En esta periodización no tomamos como referencia los cartoneros que ya existían desde la década de 1990, no porque sus luchas no fueran importantes, sino porque en este informe tomamos como punto de inflexión la crisis del 2001, momento en el cual la cantidad de cartoneros se duplica y comienza la organización del movimiento cartonero. Primera etapa (2001-2003): ¿simplemente cartoneros? Los cartoneros del 2001 nacen de la marginalidad absoluta o de condiciones de trabajo indignas. La consigna inicial parecía ser “sálvese quien pueda. De 25.000 cartoneros (que ya existían desde 1995), pasaron a ser 40.000 en dos años. ¿Quiénes eran los cartoneros de aquel 2001 entonces?: una cuarta parte “cirujas históricos” con los que ya contaba la ciudad, el resto en cambio eran los desocupados que había dejado la década del ´90 y entraban al siglo XXI siendo ex metalúrgicos, ex mucamas, ex mozos, etc. Así es como se conformaba el “curriculum vitae” de un cartonero: 1- empleo formal, 2- desempleo, 3-aparición de necesidades económico-sociales profundas, 4-cartoneo. Obviamente las consecuencias de tal deterioro socialy económico se manifestarán en distintos planos: desintegración familiar, pérdida de dignidad, empobrecimiento educativo y cultural, engrosamiento de las filas de la marginalidad. Pero, contrariamente a lo que los medios intentaron crear en el imaginario social del cartonero como sinónimo de marginales, será de las mismas redes que tejerán los cartoneros desde donde surgirán las soluciones superadoras. En esta etapa, el cartoneo aparece como un recurso temporario de supervivencia, ya que no necesita capital inicial y se puede comenzar y dejar en cualquier momento. La figura del cartonero pasa a ser el símbolo de la crisis argentina del 2001-2003, y su imagen fue manipulada por los medios, ya sea con una connotación negativa como positiva, de acuerdo a la conveniencia. En general toda la prensa tendió, en este período, a mostrar a los cartoneros como los más pobres, víctimas de la violencia social. Sin embargo, los cartoneros , desde un primer momento fueron buscando alternativas a la situación de precariedad laboral, y es así como con anterioridad a la insurrección del 2001, se organizaron y movilizaron para obtener un medio de transporte exclusivo. Los conflictos con TBA, por ejemplo, no eran una novedad, ya desde 1995 los cartoneros históricos de José León Suárez sostenían un conflicto con la empresa, incluso tenían una delegada cartonera, Lidia Quinteros, quien intermediaba en la negociaciones. Las primeras negociaciones dieron como resultado un primer acuerdo, que fue subir tandas de 20 personas en tanto los furgones estuvieran vacíos, previo pago del boleto. La empresa intentó impedir nuevamente el traslado de carros cuando éstos ya sumaban más de 150. Estamos hablando de un año antes del estallido de la gran crisis. Los cartoneros más combativos de José León Suárez, luego de cortes activos que se prolongaron por más de un año, lograron obtener de la empresa TBA un tren exclusivo para ellos: la empresa les garantizó un total de 250 abonos fijos por mes. El año de la crisis del 2000, TBA tuvo que aumentar el cupo a 750 abonos, así como también, la cantidad de servicios. De todos los trenes cartoneros, el ramal con mayor organización fue el proveniente de Suárez con una estructura jerárquica. Había un delegado por cada barrio (Independencia y Cárcova) y un representante por cada estación del recorrido del tren. La mayoría de los delegados eran mujeres, algunas de las cuales habían sido manzaneras. Además de Quinteros, otra de las dirigentes era Gabina Argañaraz, quien también había sido manzanera. Al igual que el crecimiento del Movimiento Piquetero, el desarrollo organizativo de los cartoneros del Tren Blanco fue paralelo a la crisis del asistencialismo duhaldista, cuya expresión fue la debacle de la estructura de las manzaneras. Ante esa ruptura, ciertos dirigentes se volcaron a movimientos que actuaron con una creciente independencia de clase. El protagonismo femenino dentro del activismo cartonero es otra de las coincidencias con el movimiento piquetero. Con esta experiencia previa, los cartoneros de Suárez actuaron como vanguardia en la obtención de servicios exclusivos de trenes para grupos de recuperadores de otras localidades, que utilizaban distintos ramales. En este sentido, luego de la insurrección de diciembre de 2001, los cartoneros de Suárez unificaron su lucha con los recuperadores procedentes del ramal Tigre. Ambos grupos, a su vez, estrecharon vínculos con las asambleas populares con quienes protagonizaron varias acciones por diferentes reclamos. La alianza entre cartoneros y asambleas de Capital Federal se formalizó a partir de la creación de una Comisión de Vecinos y Cartoneros. Esta última surgió como idea durante la realización de la Asamblea Inter-barrial en Parque Centenario y se efectivizó luego de su ruptura y la conformación de la Inter-barrial de Asambleas Autónomas. Dicha comisión estuvo a cargo de Alejandro Tiscornia, miembro de la Asamblea de Saavedra, y compuesta por otras personas provenientes de las asambleas de Colegiales, Palermo, Belgrano, Villa Urquiza y Villa Pueyrredón. A su vez, este vínculo tuvo su expresión en las ollas populares en diferentes barrios de la ciudad, como, por ejemplo,Barrio Norte, Belgrano, San Telmo, Once, Congreso y Colegiales. También hubo grupos de cartoneros vinculados con asambleas del conurbano bonaerense. Un ejemplo fue la experiencia de la Asamblea de Vicente López, cuyos miembros organizaron un merendero en la estación de Olivos para recuperadores que viajaban en el tren con destino a Tigre. Uno de los resultados de este vínculo fue la implementación de un plan de vacunación antitetánica para cartoneros impulsado por la Asamblea de Colegiales en septiembre de 2002. Las asambleas también acompañaron sistemáticamente a los cartoneros en los debates en torno a la sanción de la ley 992. A partir del año 2002 surgieron varios ramales con servicio especial para cartoneros y los ya existentes se incrementaron. La empresa TBA cedió servicios en los ramales Retiro-Suárez y Retiro-Tigre. A su vez, de estos ramales se podía transbordar hacia las localidades de Zárate (desde Villa Ballester) y Capilla del Señor (desde la estación Victoria). En la ex línea Sarmiento también hubo un servicio exclusivo para cartoneros ( Todos estos servicios exclusivos de la empresa TBA fueron clausurados en el año 2007). Según el Registro Único de Recuperadores realizado en el año 2003, la cantidad de cartoneros residentes del Gran Buenos Aires que utilizaban los trenes sumaba un total de 4.784. Esta cifra representaba el 76,5% de esa población (de un total de 6.253 cartoneros registrados procedentes del Conurbano bonaerense). Por su parte, un informe realizado por el gobierno porteño estimó la cantidad de carros promedio que se transportaban diariamente desde el Conurbano bonaerense hacia la ciudad porteña en los trenes cartoneros. El informe contabiliza para el año 2006 un total de 1.310 carros de los cuales el 61% (800) eran trasladados en las ex líneas Sarmiento y Mitre (TBA) y el 39% (510), en las ex líneas San Martín y Roca (con destino a Korn y F. Varela). Como se puede observar, la activación política del período 2001-2002 sentó las bases para la unificación de reclamos de grupos de cartoneros procedentes de diferentes localidades, así como también, para el establecimiento de una alianza con las asambleas. La incorporación masiva de trenes cartoneros y el permiso de la actividad fueron sin duda logros del proceso más general de movilizaciones. En ese contexto se forjó un movimiento cartonero independiente de las estructuras políticas gubernamentales, en el que los recuperadores provenientes de Suárez y las asambleas populares fueron protagonistas. A fines del año 2002, el tema del cartoneo evidencia un problema clave, que comienza a ser analizado en algunas revistas ecológicas: el reciclaje urbano. Se comienza a promover entonces la división de la basura como una especie de llamado a la solidaridad. En octubre de ese año, el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires implementa el plan de basura diferenciada, cuyo lema era “solidaridad con los cartoneros”, apareciendo así como el gran benefactor de los pobres, dando dignidad al trabajo del cartonero, obviamente para sacar un provecho político con esta acción. Segunda etapa (2003-2008): de cartoneros a acopiadores Esta etapa marca el inicio de las luchas organizadas de los cartoneros por substituir lo que fue el sálvese quien pueda del 2001 en una posible fuente de trabajo digno. Débora Gorbán realizó un estudio en el año 2005 en el cual sostiene la tesis de que el surgimiento del tren blanco determina la formación de una estructura organizativa con delegados por barrios y estaciones que cumplían la función de regular los viajes de los cartoneros, Por lo tanto el comienzo de la fase organizativa de cartoneros según Gorbán, sería posterior a la aparición del tren blanco. Sin embargo, de acuerdo a algunos testimonios de los cartoneros, ellos mismos llevaron a cabo una lucha previa para obtener trenes exclusivos de TBA, y tal como mencionamos anteriormente, los primeros intentos de organización cartonera comenzaron antes de la aparición del tren blanco. La clausura de los trenes blancos en el año 2007 va a marcar un quiebre de la actividad de los cartoneros y va a crear una necesidad de buscar alternativas para continuar con la recuperación de basura y su posterior acopio. Se produce a partir de este momento lo que algunos autores definen como el "contraatque de la burguesía". En reemplazo de los trenes blancos, el gobierno porteño creó un servicio de camiones en los cuales los recuperadores trasladan sus carros, mientras que ellos viajan en los ferrocarriles de pasajeros. Esta sustitución no fue un hecho aislado, se enmarcó en una tendencia de la burguesía hacia el conjunto de los cartoneros. Ya desde el año 2003, el gobierno porteño había dispuesto una serie de controles en los puentes que unen la ciudad de Buenos Aires con las localidades de la zona sur del conurbano bonaerense, con el objetivo de evitar el ingreso de cartoneros en caballos y en camiones particulares. Esta tendencia tuvo su expresión en la ley 1.854, sancionada en el año 2005, Si bien se dictaminaba que los cartoneros podrían ser los encargados de transportar el material reciclable, la norma establecía una serie de cláusulas para los vehículos que de ningún modo estaban al alcance de aquéllos. Por otra parte, la ofensiva tuvo su expresión en la criminalización de la protesta. En el año 2004, la empresa TBA inició un juicio contra dos dirigentes cartoneras provenientes de José León Suárez quienes habían motorizado un corte de vía en reclamo de mejoras en el servicio del Tren Blanco. Es así como, la actividad del cartonera va mutando, deberán buscar la forma de continuar la lucha por la defensa de su derecho al trabajo, desde otro lugar, con recursos de movilidad propios y formas de entrar en la cadena de reciclado. Gorbán, en su publicación del año 2005, establece una clasificación de las organizaciones cartoneras, básicamente en tres orientaciones: por un lado aquellas que se articularon a partir de la defensa del cartoneo como actividad laboral y obtención de beneficios; por otro lado aquellas que se unen en torno a la venta colectiva de material reciclable y finalmente otras que se vincularían originariamente por una actividad y, posteriormente habrían conformado una entidad por el cartoneo. Gorbán, a diferencia de los otros autores antes citados, toma como referencia para su análisis, la actividad del cartoneo desde la década de 1980 y 1990 en lugar de considerarla desde el momento de la crisis 2001/2002. Por otro lado, Raúl Álvarez plantea otras formas de lucha de los cartoneros de José León Suárez, quienes solicitaron permisos para cirujear en el relleno del CEAMSE en diferentes momentos, mediante acciones directas, A partir del año 2004, el personal del CEAMSE optó por una política tendiente a la negociación con los cartoneros (en este marco habrían comenzado a crearse las plantas de reciclado en el interior del basural). Uno de los pocos estudios abordados desde una perspectiva procesual es el de Angélico y Maldován en torno a los momentos de conformación de las cooperativas cartoneras. Según los autores, esta segunda etapa del proceso cartonero,se caracterizaría por la legislación de la actividad y la derogación del decreto prohibitorio del cirujeo. La ley 992 (sancionada en 2002) habría permitido la actividad y la ley 1.854 (2005) habría sentado las bases para la creación de centros verdes gestionados por cooperativas (éstos últimos fueron construidos con posterioridad al 2006). En total serían cuatro y habrían logrado ser operados por un total de 250 cartoneros. Obviamente, como en todo proceso de organización de grupos de base que intentan construir un espacio alternativo, se evidenciaron conflictos internos entre diferentes vertientes de grupos cartoneros. Para poder profundizar en este aspecto, contamos con los estudios comparativos, realizados por Sabina Dimarco (2005), quien analiza el contexto de surgimiento de la organización del Tren Blanco, dos coooperativas y una entidad más general que aglutina diversas asociaciones: la Unión de Trabajadores Cartoneros de Argentina (UTRACA). Sobre la base de vienticuatro entrevistas, observaciones y fuentes periodísticas, la autora señala que tales experiencias organizativas aparecen como el último recurso para la protección del trabajo y las fuentes de ingreso. Pero cabe destacar que la mayoría de los logros cartoneros se alcanzaron a través de gestiones por fuera de los sindicatos. Como se puede observar, la mayor dificultad de estos estudios es que no analizan la lucha del conjunto de los cartoneros, sino que sólo indagan en aspectos parciales. Por este motivo, no se pueden caracterizar los momentos de flujo y reflujo de la lucha cartonera. Por otro lado es complejo comprender el proceso de organización catonera si no se enmarca dentro de un proceso más general de activación política. No puede entenderse la obtención y clausura del conjunto de los trenes cartoneros sin tener en cuenta los momentos de flujo y reflujo del Movimiento Piquetero. Tercera etapa (2008-2012): recicladores organizados La necesidad de un Programa Nacional de Reciclado que tuviera a los cartoneros como principales actores, aparece en el panorama como meta principal de este nuevo movimiento de trabajadores, que según Cristina Lescano (presidenta de la cooperativa El Ceibo), podrían ser los únicos capaces de dar una solución al caos cotidiano en el que se encuentra la ciudad a la hora de decidir qué hacer con la basura generada. En el mes de julio de 2008, las cooperativas y dos grupos de cartoneros del ex tren blanco firmaron un acuerdo con el gobierno que comprometía camiones para trasladar los carros (sin los cartoneros). Por su parte, las cooperativas, (específicamente el MTE), exigieron colectivos para trasladar a sus asociados, un plan de reconversión de sus camiones y servicio de logística para transportar materiales reciclables a los centros verdes. La organización obtuvo esto y además consiguió, de manera progresiva, una suma en concepto de incentivo por “capacitación relativa a la recolección y reciclado”, un subsidio que comenzó con un monto de 200 pesos por persona y actualmente es de 800. También obtuvo vestimenta, guarderías y el pago de monotributo a cargo del gobierno. Todos estos beneficios fueron otorgados a partir de enero de 2009. No obstante, estos subsidios sólo fueron destinados a miembros de cooperativas, según lo dictaminó el decreto n° 424. Esta fue la razón por la cual se incrementó la cantidad de asociados a las mismas (de 1.840 en 2008 a 3.156 en el año 2011). Sin embargo, no todas las entidades reciben estos beneficios, y algunas de las que sí lo obtienen, no lo perciben en su totalidad. En este sentido, las menos favorecidas han enarbolado una consigna que reclama que no haya cartoneros “de primera” y “de segunda”. Además, el total de perceptores es menor a la mitad de los cartoneros registrados. En diciembre de 2009, un grupo de cooperativas se movilizó y exigió que el programa de subsidios se convirtiera en ley. Pero no se logró satisfacer la demanda. Con posterioridad, los reclamos terminaron en una negociación de carácter individual entre las cooperativas y el Estado, donde se relegaron las reivindicaciones para el conjunto de la población cartonera. Entre los años 2009 y 2010, el actual gobierno porteño destinó a los cartoneros poco más del 60% (36.519.363 pesos) de lo que gastaba en un solo año por el servicio de recolección diferenciada. Es decir, a pesar de toda la batería de subsidios que se han implementado, los cartoneros realizan la recolección diferenciada por solo la tercera parte de lo que cobraban las empresas del rubro. Esto significa que los cartoneros no sólo constituyen mano de obra barata de las papeleras: el Estado también actúa como un patrón al utilizarlos en el servicio de recolección diferenciada de basura Algunos gobiernos municipales han promovido la modalidad de cooperativas para facilitar la inserción laboral del cartonero en planes piloto de reciclaje, El proyecto sería promover la separación de los residuos reciclables en bolsas de colores diferenciados, proporcionadas por los mismos recuperadores de las cooperativas. Las plantas separadoras de la basura de la ciudad, manejada por los mismos cartoneros, deberían ser ampliadas con centros verdes que deberían construir las mismas empresas recolectoras en cada zona de operación. Estos centros permitirían a los recuperadores desarrollar las tareas de selección, enfardado y acopio de materiales reciclables para su posterior venta a la industria. Las cooperativas Nuevo Rumbo y el Ceibo han sido precursoras en los programas de reciclado aprovechando la fuerza trabajo de los cartoneros. Según noticias de enero de este año, doce cooperativas habrían firmado un acuerdo con el gobierno porteño, que reconoce a unos 3.600 cartoneros como recuperadores urbanos. Su trabajo consistirá en la recolección de residuos sólidos reciclables (cartón, vidrio, plástico y metales) en las distintas zonas asignadas, lo que obligará a las autoridades locales a encargarse de la separación en origen de la basura. En la práctica el acuerdo supondrá mejoras en las condiciones laborales, como obtención de obra social, seguros por accidentes, derecho a guarderías e incentivos económicos. Finalmente, las cooperativas han consolidado vínculos con estructuras políticas más amplias pertenecientes al campo reformista. El MTE y El Álamo conforman la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, de la que también participan el Movimiento Evita, el Movimiento Nacional de Fábricas Recuperadas y La Alameda. Todas ellas han estrechado relaciones con la CGT. Otras cooperativas, como la de Recuperadores Urbanos del Oeste y Madreselvas, se encuentran asociadas con ATECTA. El Ceibo forma parte de la Central de Movimientos Populares, presidida por el piquetero oficialista Luis D´Elía. La cooperativa Baires com, con base en Villa Soldati. tiene una afiliación de origen macrista. Si bien las cooperativas han logrado algunos beneficios, estos últimos no han tenido un carácter universal. En este sentido, más de la mitad de los cartoneros registrados en la Ciudad de Buenos Aires no obtienen ningún subsidio. La mayoría de estas agrupaciones se han vinculado con estructuras políticas más amplias e institucionalizadas, como la CGT y ATE-CTA.

CONSECUENCIAS PSICO-SOCIALES DE LA” VIDA EN EL CARTÓN”
 Más allá de los aspectos políticos y organizativos del movimiento cartonero brevemente desarrollados, , cabe hacer un análisis de las transformaciones que pudo tener una parte del entramado social en general, y el impacto que esas transformaciones pudieron tener en el ámbito pedagógico de los niños y adolescentes en particular, que fueron parte activa o testigos silenciosos de esa “vida cartonera”. Habría que diferenciar dos grupos etarios: los niños y adolescentes que entre el 2000/2001 salían a cartonear con sus padres que fueron perdiendo su escolarización regular y llegaron a la adultez sin haber completado sus estudios primarios o secundarios; y por otro lado los niños y adolescentes de hoy que han nacido en esa Argentina cartonera, de adolescentes y mujeres que no sólo llevaban una vida sufrida, sino que en muchos casos padecían desnutrición o mala alimentación. Respecto del primer grupo mencionado, hay datos difundidos por la OIT en el año 2004 de que había alrededor de 57.000 menores dedicados al cartoneo desde los años de la crisis argentina, siendo el 60% de ellos menores de 14 años. Alrededor de 8.700 niños recolectores de basura vivían en la capital Buenos Aires, siendo el 39% de éstos integrantes de familias migrantes de las provincias del interior del país. Sabemos que los niños que se dedicaron a esta actividad vieron gravemente afectadas sus capacidades de aprendizaje, tuvieron serias dificultades para acceder a los servicios públicos básicos y enfrentaron una fuerte discriminación en contextos barriales y escolares, sin mencionar el fundamental derecho a la infancia que fue violado ampliamente, La UNICEF informó en el año 2005 que la actividad de cartoneo fue una de las principales causas de que los menores de 10 años abandonaran la escuela primaria, sin mencionar la gran deserción escolar que se produjo en el nivel Polimodal. Aquellos niños y adolescentes que se esforzaban por asistir a la escuela, se quedaban dormidos en medio de las clases, padecían hambre y dependían de los comedores escolares en las primarias o de la magra merienda que les ofrecía la secundaria. Estos niños y adolescentes eran en general habitantes de villas, por lo que transitaban la ciudad cargando el estigma de ser sujetos sospechosos para los ojos de las fuerzas de seguridad, aunque más certeramente se trataba de niños que eran víctimas de un sistema socioeconómico que les robó su niñez, el informe de UNICEF destaca que el relevamiento muestra que uno de cada diez de esos chicos fue privado de su libertad por la policía, y el 90 % de ellos pasó algunos días en comisarías. Trabajo y escuela se manifiestan incompatibles para ellos. El 37% de estos chicos se encontraban completamente fuera del sistema educativo. Con esas dificultades para estudiar, se termina de cerrar el círculo de pobreza y trabajo infantil. Una de las respuestas de los chicos que más sorprendió a los encuestadores de UNICEF y OIM que trabajaron la problemática en aquel momento, la escucharon al preguntar qué querrían hacer si dejaran de cartonear. La mayoría, dijo que querría conseguir otro trabajo, sólo el 17% manifestó que le gustaría estudiar. Ante estos datos, suponemos que una gran cantidad de niños y adolescentes del 2001 quedó sin escolarizar, habría que realizar un estudio hay para constatar si se reintegraron al sistema educativo en formación para adultos o en algunos programas de terminalidad de estudios que están en vigencia desde el 2006. Ahora pasamos a desarrollar lo relacionado con el segundo grupo etario, aquellos nacidos de madres en estado de desnutrición o que eran bebés en torno al 2000/2001 y que en este momento están en la escuela primaria o en los primeros años de la secundaria básica. Sabemos que la nutrición es un proceso que se da desde el inicio de la vida intrauterina, y de ella depende la supervivencia de la especie humana y el desarrollo de su potencial. Está estrechamente relacionada con el desarrollo cerebral y cognitivo del ser humano. En condiciones adversas, con ambientes sociales desfavorables o de pobreza, en las que la escasez no es solo de alimentos, ocurre la malnutrición, que produce daños en el desarrollo cerebral que no pueden medirse porque dependen de la gravedad y del periodo etario en el que se presente. Recientes investigaciones permiten asegurar que los niños con RIU (retardo intrauterino) pueden mejorar su situación nutricional si se mejoran las condiciones adversas, gracias a la plasticidad del cerebro. Asimismo, los niños con desnutrición severa y aguda limitan la expresión de potencialidades. Pero no solo la desnutrición, sino también el abandono, la falta de afecto, la ausencia de estimulación, un medio ambiente deprivado y adverso, pueden afectar seriamente el desarrollo cerebral del niño durante los dos primeros años de vida. Actualmente se cuenta con evidencia sustancial, tanto de estudios en animales como en humanos, sobre cómo la nutrición y la experiencia en los primeros años de vida afectan el desarrollo del cerebro, y los efectos de ello en el aprendizaje y la conducta. Se sabe que una malnutrición aguda antes o después del nacimiento se ha asociado con la reducción del volumen de la materia blanca (“mielina”), y esta reducción de materia blanca dificultaría la conectividad del cerebro. El hierro es otro nutriente necesario para una mielinización adecuada de la médula espinal y la materia blanca de los pliegues cerebelosos. El tipo de célula predominante que contiene hierro en el cerebro humano es el oligodendrocito. Estas células son responsables de la producción de mielina y, por tanto, las alteraciones en su funcionamiento están asociadas con la hipomielinización. De ahí que resulte fácil postular que la deprivación de hierro en el cerebro durante periodos de mielinización muy activa podría resultar en neuronas con funcionamiento deficiente. Cabe recordar que la mayor fuente de hierro es la carne, legumbres, espinacas, etc., productos que tanto hoy como en el 2001 eran inaccesibles para las familias en situación de pobreza y no estaban incluidos en los planes alimentarios nacionales, provinciales o municipales. La desnutrición tiene un efecto mayor en el desarrollo de niños que viven en pobreza que en niños que no son pobres. Los efectos de una malnutrición en la primera infancia pueden impedir el desarrollo conductual y cognitivo, el rendimiento escolar y la salud, limitando sus capacidades para enfrentarse a la vida. Cuanto más temprano un niño logre beneficiarse con programas de nutrición y de corte psicosocial, mejor será su desarrollo conductual. Siguiendo con las consecuencias de desnutrición, durante la infancia y la edad preescolar se asocian con retardo en el crecimiento y el desarrollo psicomotor, mayor riesgo de morbilidad con efectos adversos a largo plazo, incluyendo disminución en la capacidad de trabajo físico y en el desempeño intelectual en la edad escolar, la adolescencia y la edad adulta, lo que repercute en la capacidad del individuo para obtener trabajo, continuar estudios superiores, formar una familia con interrelaciones sanas, etc. Más aún, la desnutrición durante los primeros años de vida, a través de sus efectos adversos en el crecimiento durante la infancia de las mujeres, tiene efectos negativos en el peso al nacer de la siguiente generación. Además de las consecuencias de la desnutrición infantil mencionadas, que obviamente se reflejan en los alumnos que hoy tenemos en nuestras aulas, están presentes las deficiencias por micronutrientes. Como por ejemplo la anemia por deficiencia de hierro, que junto con la desnutrición crónica, son los problemas nutricionales de mayor prevalencia en el país. La deficiencia de hierro inhibe la habilidad de regular la temperatura cuando hace frío y altera la producción hormonal y el metabolismo, afectando a los neurotransmisores y las hormonas tiroideas asociadas con las funciones musculares y neurológicas, reguladoras de la temperatura. La anemia afecta principalmente a mujeres embarazadas y a los niños menores de 2 años, problema que afectó a ese grupo durante la crisis del 2000/2001, y cabe destacar que los daños ocasionados por anemia son irreversibles, aún después de tratamiento. Los niños que presentan anemia en los primeros años de vida sufrirán retardo en el desarrollo psicomotor, y cuando lleguen a la edad escolar su habilidad vocal y su coordinación motora habrá disminuido significativamente. Por ello hoy en día educar es una tarea difícil, ardua, a veces ingrata, dadas las condiciones en la que se encuentran nuestros alumnos, “los hijos de la crisis” los “hijos de la Argentina de cartón”. Al mismo tiempo, los docentes ( y también las familias) vivimos un bombardeo incesante de estímulos, impresiones, reclamos, manipulaciones que nos afectan como seres humanos y más aún a nuestros estudiantes de la primaria y la secundaria básica. Los alumnos que presentan dificultades de aprendizaje se insertan en un grupo heterogéneo de trastornos, manifestados por problemas en la adquisición y uso de las habilidades necesarias para comprender y expresar el lenguaje oral, leer, escribir, calcular o razonar. De acuerdo a lo que explicamos anteriormente y de acuerdo al contexto socio-económico en el cual se gestaron esos niños, dichos trastornos pueden ser de origen biológico, sociológico, psicológico y educativo; las dificultades escolares alcanzan hasta un 25% de los niños en edad escolar, aunque en algunas realidades donde la vida precaria continúa, alcanza a un 45% (por ejemplo en algunas localidades del conurbano bonaerense).

CONCLUSIÓN
Es una realidad que las consecuencias del impacto que la crisis socio-económica del año 2000/2001 ha tenido en el desarrollo de los niños nacidos y crecidos en ese momento, la estamos afrontando los docentes hoy, intentando día a día combatir esas dificultades cognitivas desde todas los espacios curriculares y las herramientas que tenemos a disposición. Sería para una futura investigación analizar la correlación entre las expectativas planteadas en la Nueva Ley Nacional de Educación 26.206 y la realidad de las aulas. Se presentan profundas contradicciones entre los objetivos de enseñanza-aprendizaje que manifiesta la ley con aquello que los estudiantes puedan realizar efectivamente. Paralelamente la misma ley crea espacios alternativos para cubrir posibles falencias en el proceso pedagógico (tutorías, talleres a contraturno, gabinetes psicopedagógicos, etc.), pero la articulación entre lo prescriptivo y las alternativas de aprendizaje generalmente no funciona en las escuelas, por lo que nos encontramos a este punto en decidir bajar el nivel de exigencia para la promoción o afrontar una deserción escolar en gran escala por la frustración del estudiante al no alcanzar los objetivos. Queda este tema abierto para un futuro informe detallado sobre el contraste entre la normativa y la realidad socio-educativa.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
Socolsky, Alejandra Dobo de: Cartoneros, marco social, político y económico, Florida International University, Miami, Florida, 2006 Pérez, Germán: Modelo para armar: complejidad y perspectivas de la protesta social en la Argentina reciente, revista Argumentos, Buenos Aires, 2002 Pucciarelli, Alfredo: La democracia que tenemos. Declinación económica, decadencia social y degradación política en la Argentina actual, UBA, serie extramuros, Buenos Aires, 2002 Schuster, Federico: Las protestas sociales y el estudio de la acción colectiva, Buenos Aires, 2005 Schamber, Pablo: El cirujeo y la gestión de residuos. Un acercamiento exploratorio sobre el circuito informal del reciclaje en el conurbano bonaerense., en Revista Realidad Económica, Buenos Aires, octubre 2002 Fregtman, Mirta Graciela: Desnutrición, pobreza y desarrollo cognitivo, U.B.A.- Facultad de Psicología - Licenciatura en Musicoterapia Zuluaga Gómez, Jairo A. Neurodesarrollo y estimulación. Bogotá, Buenos Aíres. Editorial Panamericana; 2001.

Ciudad Basura


En este informe, además de dar cuenta de la presentación del libro Ciudad Basura, de Gerardo Codina, hay un eco del trasfondo político que rodea la problemática de la basura y el rol que podrían cumplir las cooperativas de cartoneros en una posible solución.

Hasta que nos tapen los residuos

Ciudad Basura, de Gerardo Codina, fue presentado en la Biblioteca Nacional. El autor cuestiona la política sobre residuos del macrismo. “No cumple con las metas de reducción de basura de los porteños”, dijo el autor. No se apoya la gestión del reciclado.

Por Nicolás Andrada.


“Hace más de cinco años y medio que el gobierno de la Ciudad no cumple con una ley. Desde el año 2007, cuando asumió Mauricio Macri, que no se vienen cumpliendo las metas establecidas de reducción de la cantidad de basura que los porteños hacemos enterrar en los rellenos sanitarios del conurbano.” El que habla es Gerardo Codina, psicólogo y periodista, autor del libro Ciudad Basura, presentado el jueves pasado en la Biblioteca Nacional, en un evento en el que estuvo presente el ministro de Educación de la Nación, Carlos Tomada. La ley a la que se refiere Codina es la 1854, más conocida como la Ley de Basura Cero. Una normativa que fijaba la disminución paulatina de los desechos provenientes de la ciudad de Buenos Aires, que se enterrarían en los vertederos de la provincia. “Se esperaba que en el 2012 llegáramos a enterrar setecientas mil toneladas. Terminamos enterrando más de dos millones cien mil. ¿Por qué? Porque no se hizo nada”, sostiene Codina.
La falta de políticas públicas tendientes al reciclado, a la recuperación y al tratamiento de los residuos sólidos urbanos, ha desembocado en una situación de emergencia: el colapso de los rellenos sanitarios.
“El esfuerzo primero del libro es tratar de divulgar esta problemática para que todos tengamos más elementos para discutir sobre políticas públicas en relación con la basura en la ciudad de Buenos Aires. Esto es un asunto central. El viejo sistema que tenemos está en crisis. Esperemos que el libro pueda ser un aporte en este sentido, para poder cambiarlo”, dice Codina.
La Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (Ceamse), un organismo conformado por los gobiernos bonaerense y porteño, viene insistiendo desde hace más de tres décadas con el mismo sistema de recolección y gestión de residuos. “Desde el año 1977, por disposición de la dictadura militar, se dejó de quemar la basura y se pasó a enterrarla, pero no en la Ciudad sino en el Gran Buenos Aires. Nuestra basura los porteños se la tiramos a los bonaerenses. Aparte, está el problema ambiental: envenenamos el suelo, el agua y afectamos la salud de las personas cercanas. En el 2003, se cerró el primer relleno sanitario en Villa Dominico, después de 10 años de lucha de los vecinos. Se dieron cuenta de que los gases tóxicos que emanaba produjeron una epidemia de leucemia infantil. En síntesis: hay una crisis que debemos afrontar, se agota la capacidad de los rellenos”, advierte el autor de Ciudad Basura. De hecho, sostiene Codina, para este mes se espera que el relleno de José León Suárez complete su capacidad de recepción.
A contramano de este diagnóstico y de la posibilidad de una solución de fondo, el Ceamse y el macrismo pretendieron en noviembre pasado ampliar los rellenos sanitarios en Campo de Mayo. La presidenta Cristina de Kirchner descartó esa posibilidad y aseguró, en ese entonces, que “no se va a tirar más basura en ese pulmón”.
En enero de este año, Mauricio Macri y Daniel Scioli, luego de protagonizar una polémica sobre el destino de la basura, inauguraron juntos una planta de tratamiento en José León Suárez con el objetivo de reducir un diez por ciento las seis mil toneladas que cada día la Ciudad envía al Ceamse. Una medida que, según el autor de Ciudad Basura, “pretende resolver a las apuradas todo lo que no se hizo en seis años”.
Por su parte, en febrero, se llevó a cabo la primera audiencia pública para la nueva licitación de recolección, cuyos contratos se extenderían por diez años más. “Esto lo va a heredar la gestión siguiente, pero sin cambiar el sistema de tratamiento de los residuos. Es decir, vamos a tener el problema por diez años más. Y, además, no es que se gasta poca plata, es el tercer gasto, después de salud y educación, en importancia en la ciudad. Esto para lo único que sirve es para seguir tirando plata a la basura.”
Si bien Gerardo Codina aclara que no tiene una receta con soluciones mágicas, su libro señala algunos puntos sobre los que se podría empezar a trabajar: la recolección diferenciada de residuos, la generación de plantas de reciclado y la incorporación de los cartoneros a la tarea de recuperar desechos. Sobre estos últimos se refirió el ministro de Educación de la Nación, Carlos Tomada, en la presentación de Ciudad Basura: “El comienzo de una solución posible debe estar puesto con las cooperativas de cartoneros. El cartonero es un sujeto social que activa para conseguir trabajo. Es alguien que se quiere incorporar al circuito de trabajo, su identidad es la de ser trabajador”. Y agregó que “este libro es una provocación para la acción y el compromiso. Necesitamos gobiernos que se hagan cargo de los problemas y no que les echen la culpa y la responsabilidad a otros”.

Fuente
: Página 12

URLhttp://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-218522-2013-04-22.html

La UBA se hace cargo de la basura


Afortunadamente, la política universitaria de La Universidad de Buenos Aires admite la problemática de la basura y lanzó una resolución para afrontar el asunto.

El Consejo Superior de la Universidad de Buenos Aires resolvió intervenir en la cuestión de la Basura


El pasado 10 de abril, luego de las  últimas inundaciones en la Ciudad de Buenos Aires y en La Plata, la Universidad de Buenos Aires difundió la Resolución 6.525, mediante la cual reconoce que la basura es un problema que necesita, con urgencia, una solución.
En dicha resolución, la UBA pone de manifiesto el modo en que entiende a la basura. Esto es, en términos de cuestión, es decir, como asunto socialmente problematizado que merece una resolución por parte del Estado, sin dejar de lado a la sociedad civil.
La resolución 6.525 tiene en cuenta el marco legal actualmente existente en nuestro país. De hecho, se hace eco de la Ley Nacional N°25.916 de “Gestión de Residuos Domiciliarios”, la Ley de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires N°992/02 que instrumenta el “Programa de Recuperadores Urbanos” y la Ley de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires de “Gestión integral de residuos sólidos urbanos”.
En esta declaración se hace evidente que la Universidad retoma lo ya propuesto por diferentes organizaciones sociales, como por ejemplo la Cooperativa El Álamo, que tratan el tema y en ese sentido, la UBA sostiene que es necesario atender este asunto debido a:  “Que para reducir la producción de residuos que se entierran en los rellenos sanitarios, la mayoría de los cuales se encuentran colapsados, resulta indispensable la adopción de medidas que instrumenten la separación en origen de los residuos reciclables”; “Que la separación en origen de residuos reciclables no sólo contribuye a reducir el impacto ambiental, sino también como fuente de puestos de trabajo, promoviendo la inclusión social de sectores postergados de la población” y “Que por el número de edificios, tamaño de su población, cantidad y calidad de los residuos que genera, esta Universidad reúne las condiciones para ser considerada un generador especial y como tal, requiere la implementación de un programa particular”.
De  esta manera, la Universidad, por fin, se reconoce y ubica en el escenario político y académico  como un actor social importante; de hecho, en la resolución  afirma “Que esta Universidad se encuentra en condiciones propicias de realizar un aporte significativo, no sólo en términos operativos, sino además en relación al cambio cultural que exige el desafío”.
Si bien la Universidad de Buenos Aires reconoce la importancia del orden simbólico y de los necesarios cambios culturales, hace énfasis, casi exclusivamente,  en la cuestión del medioambiente. Creemos que por algo se empieza, pero esta acción debe trascender ese campo y llegar a plantear la re-significación de los actores sociales involucrados que suelen carecer de voz propia, como es el caso de los cartoneros y de las organizaciones sociales que están realmente comprometidas con la cuestión, y que advirtieron ciertas disputas de poder (político y económico) que impiden la resolución de dicho problema.
La UBA ya enunció un discurso, ahora le queda asumir una práctica social. En este caso se trata de  una ardua tarea de planificación e implementación de un plan estratégico para solucionar el problema de la basura  en conjunto con el Estado, las organizaciones sociales y los ciudadanos.

Para ver la resolución completa, click aquí

 ¿Cómo hay que seguir? ¿Cómo se materializa esta resolución en tu casa de estudios? Compartí tu experiencia.


Protesta gremial


Esta mañana, nos encontramos con esta noticia entre las más importantes del día. ¿Qué te parece la medida?

Trabajadores del Ceamse cortan el camino del Buen Ayre

Vigiladores del predio de tratamiento residual protestan por reclamos salariales y peligra el servicio de recolección de basura en Capital.

  
Una protesta de trabajadores de la seguridad privada del predio de la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (Ceamse) en José León Suárez, amenaza con perjudicar el servicio de recolección de basuras en la Capital. Los trabajadores cortaron el camino del Buen Ayre, en un recrudecimiento del bloqueo al ingreso de la planta de tratamiento residual que llevan a cabo desde las 6 de hoy por reclamos laborales.
"Hace más de un mes queremos consensuar pero nunca tuvimos la respuesta. Los compañeros pasan de una tercerizada a otra. No podemos estar ganando 4150 pesos de bolsillo por 8 horas", se quejó el secretario gremial del Sindicato Unidos Trabajadores Custodios Argentinos (Sutca), Alejandro Ramírez, que reclaman contra la empresa Secutiras.
Según aseguró Ramírez, la protesta continuará hasta que obtengan una respuesta por parte de la empresa que presta el servicio de seguridad en el centro de tratamiento de residuos. Por el bloqueo, con quema de neumáticos y la participación de numerosos trabajadores, ningún camión de recolección ha podido ingresar o egresar de la planta desde esta mañana.
"Si esto no se soluciona haremos extensiva la medida de fuerza a todos los objetivos que tenga la empresa Securitas", alertó el sindicalista.
Desde el gobierno porteño, el ministro de Ambiente y Espacio Público, Diego Santilli, rechazó la protesta y aseguró que le dio instrucciones al vicepresidente del Ceamse, Gustavo Javier Coria, para negociar un levantamiento del bloqueo. "Poner a 14 millones de personas de rehén es una cosa de locos", se quejó el funcionario.
Fuente: La Nación
URLhttp://www.lanacion.com.ar/1575459-bloqueo-en-el-ceamse-podria-afectar-la-recoleccion-de-basura

¿Catástrofe o falta de previsión?


En esta nota, el especialista en historia ambiental, Antonio Brailovsky, pone de relieve variables que cotidianamente son dejadas de lado al pensar las causas de las inundaciones. Con motivo de los sucesos ocurridos en La Plata y también en Capital Federal hace unas semanas, el escritor plantea que los desastres naturales no existen, sino que nos encontramos ante la expresión social de un fenómeno natural.


"Buenos Aires, con más imprevisión que catástrofes"


Por Antonio Elio Brailovsky

Este libro trata de ayudar a comprender un equívoco: ¿cómo es que Buenos Aires llegó a inundarse? ¿De qué modo, por qué vías, qué conjunto de mecanismos naturales y sociales hizo que cada vez que llueve la Ciudad se detenga? Tal vez lo sorprendente sea lo poco que saben nuestros ciudadanos sobre el agua. El agua forma el 70% de nuestros cuerpos, es lo que hace posible la vida sobre la Tierra y, sin embargo, la mayor parte de las personas que conocemos puede decir más sobre la vida de un cantante o sobre un modelo de automóvil que sobre la sustancia que hace posible nuestra propia existencia. Se ha escrito mucho sobre las inundaciones en el Area Metropolitana de Buenos Aires. Tenemos infinidad de explicaciones, algunas parciales, como las que ponen el acento en el diámetro de los caños o en su mantenimiento. Otras son coyunturales, como las que atribuyen el fenómeno a las sudestadas, sin decir por qué edificamos tantas áreas urbanas en la zona de influencia de las crecidas. Ciertas explicaciones son antojadizas, como las que atribuyen las inundaciones de la Ciudad de Buenos Aires y su Area Metropolitana a la deforestación de la Amazonia o a las bolsas de basura que tapan los desagües. También aparece, casi inmediatamente, el argumento de la corrupción, pero aún sin explicarnos por qué la corrupción habría de tomar esa forma particular y no otras. El tema de las inundaciones urbanas ha sido estudiado desde diversos ángulos y con una enorme solvencia.
La hipótesis central de este libro es que los desastres naturales no existen, sino que nos encontramos ante la expresión social de un fenómeno natural. La inundación de Buenos Aires no es otra fatalidad. Para lograr que se inundara fue necesario un proceso de lenta construcción social.
Me interesa reflexionar sobre qué ocurre en la cabeza de los decisores políticos y los profesionales que hacen la Ciudad cuando olvidan las características del sitio sobre el que insertan su proyecto o dictan sus normas. De qué manera, por qué razones, se deja de concebir el hecho urbano como una totalidad, para abandonar uno de sus aspectos cruciales. Es decir, de qué modo se pasa de pensar en la realidad virtual, que sólo existe sobre el tablero de dibujo o el texto legislativo y que desconoce su entorno material. 
En enero de 2001, cinco ancianas murieron ahogadas en un geriátrico en el barrio de Belgrano. Dormían en una habitación que estaba en un subsuelo, dentro del valle de inundación del arroyo Vega. El sótano se llenó de agua con tanta rapidez que no alcanzaron a evacuarlas. Los responsables de las muertes fueron absueltos porque “los magistrados entendieron que las consecuencias de una lluvia ‘inusitada’, tal como fue calificada en el fallo, eran imprevisibles”. En el mismo fallo, los funcionarios que autorizaron o no controlaron también fueron sobreseídos. En ese caso, “los jueces destacaron que el ‘incumplimiento de deberes’, es un delito doloso. Es decir que implica una violación deliberada de la ley”. En otras palabras, que basta con ignorar las implicaciones de una decisión para que tomarla no tenga consecuencias legales. Porque, además, se trata de hechos estudiados o investigados. ¿Qué ocurre, entonces, en nuestra cultura con la naturaleza? ¿Dónde se origina esta dificultad para incorporar los conocimientos que ya tenemos? ¿Cómo hacemos para construir una forma de diálogo entre los científicos –que producen información que después no se utiliza– y los políticos, que deciden sin tener en cuenta los conocimientos previamente desarrollados?



Conclusiones. 
Sin duda, la mejor actuación de Mickey Mouse en toda su carrera fue cuando representó al discípulo del mago en la música incidental de Paul Dukas, El aprendiz de brujo, con la batuta de Leopold Stokowski. Por una vez Mickey pudo liberarse de la banalidad de los argumentos de Disney y mostrar su capacidad actoral en un conflicto humano. El equipo Dukas-Stokowski-Mouse nos muestra una inundación artificial. No se debe al capricho de la naturaleza, sino que es el resultado de la acción humana (o ratonil), que pone en marcha un mecanismo que después no sabe o no puede contrarrestar... Lo que hace a Buenos Aires inundarse es muy, pero muy semejante. Al igual que el Río de la Plata, el tema es prácticamente inagotable y apenas hemos trabajado en las páginas precedentes una pequeña porción de las fuentes disponibles sobre las inundaciones en el Area Metropolitana de Buenos Aires. Archivos municipales (como el de San Isidro, por ejemplo) tienen colecciones de mapas históricos que muestran, metro a metro, la progresiva ocupación de los bajos y la modificación de la costa. Los diarios de sesiones de todos los concejos deliberantes tienen registrados cientos de horas de debates intensos sobre estos temas. Decenas de periódicos locales muestran quejas y propuestas de toda índole. Los informes de obras públicas de todos los municipios reiteran el anuncio de la obra salvadora que hará esta gestión para solucionar definitivamente el problema de las inundaciones. Lo mismo ocurre desde hace un siglo con sus equivalentes provinciales, barriales y de la Ciudad de Buenos Aires, de los que hemos mostrado una mínima fracción. He evitado la tentación de hacer una enciclopedia, ya que las variantes sobre lo que hemos expuesto son tan pequeñas y las reiteraciones tantas, que no se justifica agregar material redundante a este libro. Queda un amplio espacio para la investigación de las inundaciones a escala local. Tenemos que recordar que “una inundación deriva de un proceso hidrológico normal del cual un manto de agua ocupa las llanuras laterales del valle de un río”, pero el carácter natural del fenómeno no debe hacernos olvidar la condición artificial del desastre. Al mismo tiempo, representamos el crecimiento de nuestras ciudades “como mancha de aceite” en mapas de dos dimensiones, por lo cual tendemos a creer que las ciudades crecen horizontalmente. Sin embargo, el fenómeno de las inundaciones se origina principalmente en el crecimiento vertical de las urbes. Es decir, en el descenso de las ciudades hacia los valles de inundación de ríos y arroyos. Este movimiento ha sido escondido por la resistencia de las autoridades (de la casi totalidad de los momentos y colores políticos) a elaborar mapas de riesgo de crecidas y adoptar políticas urbanas diferenciadas según los niveles de riesgo de cada zona. Salvo por las víctimas directas, la mayor parte de las personas suele subestimar los daños provocados por las crecidas. Hemos visto que la ocupación de los terrenos bajos de la Ciudad de Buenos Aires y su Area Metropolitana se corresponde con necesidades económicas definidas en determinados momentos de su evolución histórica. Sin embargo, las explicaciones economicistas son insuficientes para comprender un fenómeno de esta magnitud. Hay factores culturales que precondicionan una actitud de dominio de la naturaleza, aun antes de conocer las posibilidades y los límites de las tecnologías disponibles. En las fases de desarrollo iniciales de la historia de Buenos Aires existe una clara delimitación de funciones entre los distintos niveles del terreno. Esto permitió mantener relativamente libre (y de uso común) una proporción significativa de los terrenos bajos. En períodos posteriores, parte de la expansión urbana se ha realizado hacia abajo, es decir hacia costas cada vez menores. Y por ende, hacia riesgos de inundación cada vez mayores. Este descenso de la Ciudad se ha realizado por presiones económicas y al amparo de las obras de atenuación de crecidas, que casi invariablemente fueron presentadas como “la solución definitiva” al problema de las inundaciones en una zona dada. El resultado es que los terrenos donde se han realizado inversiones se valorizan y se pueblan muy rápidamente. Poco después se revelan las limitaciones de estas obras: la zona se inunda cada vez más (al aumentar la impermeabilización de la cuenca) y se degrada aceleradamente.

Al atribuirse a las obras efectos diferentes de los que pueden tener, el resultado es que se ha logrado disminuir el nivel de las inundaciones, pero al actuar como factor de atracción poblacional ha aumentado sustancialmente la cantidad de inundados. Tal exceso de optimismo contribuyó a densificar la ocupación en las zonas críticas, ya que llegaban pobladores que se sentían protegidos por dichas obras. La Ciudad de Buenos Aires tiene una densidad de 140 habitantes por hectárea, pero el tramo de la cuenca del arroyo Maldonado que pasa por la Ciudad más que duplica esa densidad: tiene 300 hectáreas (368) y un ritmo de edificación más acelerado que el del resto del área urbana. Al mismo tiempo, la completa ocupación (y aun la saturación) de un cierto nivel del terreno actuó como incentivo para comenzar niveles más bajos todavía.
En la mayor parte del Gran Buenos Aires, la administración urbana no ha definido taxativamente qué zonas se consideran bajas e inundables y cuáles no. En consecuencia, no existe una normativa diferenciada para unas y otras. El desconocimiento de la realidad natural por parte del planeamiento  urbano parece ser un fenómeno complejo, en el que la corrupción juega un cierto rol,  pero no nos permite comprenderlo en su totalidad. Existen, como dijimos, factores culturales que generan actitudes de consenso en torno a la urbanización de bajos inundables, que se califican como terrenos “ganados” al río. En nuestra sociedad, la imaginación colectiva se comporta como si se creyese que la existencia misma de la Ciudad borrara las leyes de la naturaleza. Es decir, como si los habitantes de Buenos Aires pensaran que la artificialización del medio provocada por una gran ciudad va mucho más allá del cubrimiento del suelo o los desagües naturales por una capa de cemento.
No hemos visto que nadie afirmara explícitamente que los mecanismos naturales dejan de regir dentro de la Ciudad, pero las concepciones sobre este tema lo sugieren a cada momento. En este lugar donde “las manzanas no huelen” (como dice Joan Manuel Serrat), donde se corta un árbol para descubrir un cartel, donde se piensa que el destino de la basura es desaparecer cada noche y donde pueden pasarse semanas sin ver el horizonte, la gente deja de percibir la naturaleza. A veces preguntamos a nuestros cursos en qué fase de la Luna estamos o hacia dónde queda el Norte. Es sorprendente la poca gente que puede responder estas preguntas elementales.
Al mismo tiempo, es sugestiva la cantidad de estudiantes universitarios que no sabe desde qué punto cardinal sale el sol. ¿Cómo pedirle entonces al habitante de esta ciudad que sepa distinguir en esa pendiente el valle de inundación de un arroyo entubado? ¿Cómo pedirle, siquiera, que recuerde que ese arroyo existe bajo sus pies? Desde el punto de vista profesional, este tema (como todos los temas ambientales) requiere un abordaje transdisciplinario. Sin embargo, no nos enseñan las ciencias para articularlas entre sí, sino para profundizar las diferencias entre unas y otras. Hay, entonces, razones epistemológicas que nos dificultan la comprensión integral del problema.
Pero también hay razones burocráticas que dificultan una gestión integradora. Cuando hablamos de planeamiento nos referimos, por supuesto, al rol del Estado. El modelo de Estado napoleónico que heredamos está basado en la infinita división de las competencias en numerosas unidades políticas-administrativas sin ningún contacto entre sí.
En última instancia, es imagen especular de la división de la ciencia en pequeños espacios investigables en marcha hacia la ultraespecialización. Atender estos temas requiere formas integradoras de pensar la ciencia y la gestión urbana.
Una mayor percepción de los mecanismos de la naturaleza y la forma en que actúan dentro de una gran ciudad podrían llevarnos a modificar nuestras prioridades urbanas. Nuestra sociedad debería revisar sus políticas de administración territorial. En particular, tendríamos que reconsiderar los criterios por los cuales pensamos que la relación entre beneficios y costos es siempre favorable cada vez que se urbanizan terrenos bajos e inundables.
Por lo menos generar alguna duda la próxima vez que se planteen obras de esa índole. Complementariamente, revisar si el criterio puramente económico es el mejor (o el único) al considerar obras y estrategias urbanas que afectan profundamente la vida de las personas.
Cuando hablo de revisar, no estoy hablando solamente de los decisores políticos. Sólo la participación ciudadana puede orientar maneras diferentes de pensar las cosas. En consecuencia, el tema de las inundaciones urbanas no es sólo un problema puntual, sino que hace mucho más a nuestra forma de percibir la naturaleza que a la calidad de la infraestructura que tenemos.
En todo caso, la infraestructura refleja las concepciones que tienen sobre la relación naturaleza-sociedad las personas que la piden, la contratan o la diseñan. Lo que aquí ocurre es, además del problema visible, el indicador de un desajuste muy profundo que existe en la relación de nuestra cultura con la naturaleza. Si logramos que suficientes personas comiencen a pensar de otra forma esa relación, los libros como éste habrán cumplido su objetivo.



Fuente: Perfil.com

¿A vos qué te parece? ¿Crees que se trató de una catástrofe ambiental?

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