Por Johana Córdova
La relación del ser humano con el medio ambiente no es algo ajeno a él, por el contrario, es en éste donde desarrolla sus capacidades laborales, sus relaciones sociales, la satisfacción de sus necesidades básicas, pero depende también de los distintos tipos de sociedades, consumos y desechos que se generan. En este sentido, desarrollaré una breve reseña histórica de los modelos de procesamiento de residuos en la Ciudad de Buenos Aires.
Antes de que la Municipalidad de la Ciudad se hiciera cargo de la higiene pública y formalizara la actividad, el tratamiento de los residuos era algo privado, es decir, que los propios vecinos quemaban o enterraban los desechos en sus casas o en terrenos denominados “huecos”. Las zonas de quema de residuos se dispusieron en las afueras de la Ciudad de Buenos Aires (como por ejemplo en un lugar conocido como “La Quema”), en éstas se depositaban los residuos recolectados por el llamado “Tren de la Basura”, que dejó de funcionar en 1895.
En 1910, La Municipalidad dispuso del primer horno de incineración de basura situado en “La Quema”, pero este proyecto no tuvo una larga duración, no solo por el uso de incineradores por parte de particulares, sino también por la contaminación ambiental que provocaba, razón por la cual se decidió en 1976 cerrar las usinas que aún estaban en funcionamiento.
En el año 1977 se creó el CEAMSE (Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado) empresa pública encargada de la gestión de residuos sólidos urbanos del Gran Buenos Aires, incluyendo la Capital Federal. La empresa transportaba los residuos desde las zonas de recolección para su disposición final en rellenos sanitarios. Ya en la década de los ‘90, luego de la crisis hiperinflasionaria y con un modelo neoliberal instalado basado en una lógica privatista y de mercado, empiezan a aparecer lo que se conoce como “cartoneros”, es decir, personas de bajos recursos que habían quedado desocupadas por la crisis o no podían acceder a un empleo formal. El “cartoneo” consistió, primero en encontrar algo que los ayude a su subsistencia y, posteriormente, en recolectar los distintos residuos desechados a la vía pública para luego ser vendidos en industrias dedicadas al reciclaje de distintos materiales, como por ejemplo el cartón, el papel y el plástico. Esta actividad se profundizó aun más con la crisis socioeconómica ocurrida en nuestro país en el 2001.
En el año 2002, se sanciona la ley Nº 992 que establece la formalización del trabajo de los “cartoneros” adquiriendo el nombre de “recuperadores urbanos” a cargo de cooperativas, y se los incorpora como un servicio público más dentro de los Servicios de Higiene Pública de la Ciudad de Buenos Aires. Estos recuperadores organizados se dedican a recolectar los materiales reciclables, los cuales son llevados a los denominados “Centros Verdes” para su debido procesamiento, luego son vendidos a distintas industrias para reutilizarlos y convertirlos en materias primas.
Actualmente, existen 12 cooperativas activas en la Ciudad y ocho “Centros Verdes” que funcionan como espacios de trabajo, con equipamiento apto, higiene y seguridad, brindando a los recuperadores urbanos la posibilidad de realizar sus tareas en un espacio físico organizado (en lugar de estar haciéndolo en la calle) y mejorando las condiciones de trabajo, de manera de favorecer su inclusión social.
Por último, quiero resaltar la relación entre la labor realizada por los recuperadores urbanos y el medio ambiente. No sólo se está modificando la situación actual de aquellos que fueron expulsados del mercado laboral con un trabajo comunitario, sino que también esta actividad influye en el medio ambiente sobre el que desarrollamos nuestra vida cotidiana, motivo por el cual es necesario seguir implementando campañas de difusión, de concientización para el reciclaje adecuado de los residuos por parte de cada hogar, con el objetivo de generar ahorros en los costos de energía y principalmente lograr impactos ambientales positivos.
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