En esta nota Esteban Magnani* relata su experiencia desde la ONG La Base y el vínculo establecido con Cooperativas de reciclado. La realidad de una actividad poco rentable, las condiciones sociales que la rodean y la dificultad de funcionamiento de los proyectos sin ser subsidiados.
Desde
2005 hasta 2011 trabajé en la ONG La Base, la cuál da créditos productivos a
cooperativas de trabajo de todo tipo de ramas productivas. Apenas iniciado
nuestro trabajo, en 2005, realizamos un préstamo a la Cooperativa Tren Blanco,
del partido de San martín, para que comprara una prensa que les permitiera
comprimir los fardos de botellas de PET y de esa manera ahorrar en flete y
agregar valor a su trabajo. El corazón de la cooperativa lo constituía una
familia en la que prácticamente ningún miembro había tenido jamás un trabajo
regular con horarios fijos. Solo el presidente, un hombre ya mayor, tenía
experiencia como empleado en una carpintería. Para nosotros, con un
desconocimiento importante acerca del rubro, fue una experiencia muy
inspiradora: esperábamos que los trabajadores pudieran aumentar la escasa
rentabilidad del trabajo que realizaban como recicladores urbanos y produjeran
un impacto en el barrio de José León Suárez, donde compraban material a otros.
La
experiencia inicial fue dura, pero consonante con la que sumaríamos después.
Luego de siete años de trabajo en los que realizamos numerosos préstamos a
cooperativas de reciclado (como La Toma del Sur, Pucará, Etilplast, etc.) que
llegaban a distintos niveles de agregado de valor -desde la selección del
material hasta algunos casos que contaban con una línea completa desde el
acopio hasta la extrusión-, pudimos obtener varias conclusiones.
En
primer lugar que las tareas de reciclado de las cooperativas a nivel artesanal
o de pequeña escala no resultan en la práctica autosustentables y esto tiene
que ver con numerosos factores. En primer lugar los márgenes de ganancia que
arroja el kilo de material recogido y sin procesar es tan bajo que una familia
trabajando toda una noche no alcanza a ganar un salario digno, además de que
debe hacerlo en condiciones muy malas e incluso peligrosas. Los recicladores
individuales se encuentran en la base de una pirámide y en la baja retribución
de su esfuerzo se apoya la eventual ganancia de los siguientes niveles. Lo que
queda claro es que solamente en condiciones de extrema pobreza alguien puede
elegir el camino del reciclado individual como forma de generar un ingreso.
En
segundo lugar, que las cooperativas, ni siquiera apoyándose en la compra
del“trabajo barato” de los recicladores, logran hacer de esto una actividad
rentable. Y en este punto, además de factores económicos, entran en juego otros
sociales y hasta culturales. En nuestra experiencia desde la Base la falta del
hábito del trabajo hacía que para la mayoría de los trabajadores de las
cooperativas fuera difícil o incluso imposible, ir a trabajar diariamente. Era
algo que simplemente no entraba en sus imaginarios, además de que la fragilidad
social de los sectores a los que pertenecían les hacía imposible muchas veces
lograrlo por problemas que iban desde la violencia a los efectos de una
tormenta sobre sus casas, hijos enfermos, etc. en los que la red de contención
familiar era tan delgada y las necesidades tantas que se les hacía imposible
responder. Este tipo de problemas generó intensos debates entre los socios en
varias de las cooperativas y no pudieron encontrarle una solución, con el
consabido desgaste.
En
tercer lugar, y relacionado con lo anterior, la falta de conocimientos técnicos
y el hábito de resolver los problemas en el momento aún a costa de empeorarlos
para después, llevaba a un deterioro muy importante de la maquinaria.
Percibimos muchas veces una cultura de
“sobrevivir hasta mañana y después vemos”, por así llamarla. La planificación
racional, una parte fundamental de cualquier negocio, les resultaba algo
extraño. Este fenómeno estaba reforzado incluso por otro factor: la volatilidad
de los precios del mercado, que hacía aún más difícil la posibilidad de
planificar.
Las
historias para contar, producto de la experiencia de esos siete años es enorme.
Sobre todo las que hablan del esfuerzo desmesurado para enfrentar a una
realidad muy dura en la que los compañeros contaban solo con la fuerza de sus
brazos y la testarudez, además de la necesidad, como motores. Pero la lucha que
pudimos ver fue casi siempre muy desigual.
En
ese contexto llegamos a la conclusión de
que el reciclado es una actividad que debe estar subsidiada ya que no se trata
solo de un emprendimiento personal sino de una actividad con beneficios para el
conjunto de la sociedad, algo avalado incluso por leyes como la de “Basura
cero”. Además es necesario tener en cuenta que son numerosas las empresas que
obtienen grandes beneficios utilizando materiales descartables, pero le
entregan el problema del reciclado al conjunto de la sociedad sin hacerse cargo
de su responsabilidad.
Esta
fue la experiencia que obtuvimos desde La Base con este rubro en particular al
cuál dedicamos mucha energía en un comienzo, pero del que obtuvimos pocos
frutos y grandes pérdidas económicas por la cantidad de préstamos que no
lograron producir la rentabilidad necesaria para ser devueltos (en La Base
compartimos el riesgo del proyecto. Si no funciona el préstamo no se paga). No
intentamos generalizar ni sacar conclusiones que vayan más allá de nuestra
experiencia particular, pero esta puede resultar enriquecedora para otras
personas con más experiencia en el tema.
*Nació en Buenos Aires en 1973. Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA), carrera en la que se desempeña como docente en la cátedra de Moreno de la materia Principales Corrientes del Pensamiento Contemporáneo
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