Por Gonzalo Barroso Lelouche
El pasado lunes 9 de junio,
Mauricio Macri, jefe de gobierno porteño, presentó en un acto que él mismo
encabezó en la Reserva Ecológica de la Costanera Sur, el programa cuyo
principal objetivo es mitigar los efectos adversos causados por el cambio
climático, reduciendo la temperatura de la Ciudad, disminuyendo el consumo
energético y limitando la emisión de gases de efecto invernadero.
La movilidad sustentable, el tratamiento de residuos urbanos, el
aspecto urbano ambiental y la promoción de energías limpias son los ejes
centrales del plan que se estima beneficiará
directamente a 1,2 millón de vecinos de la ciudad. Durante la presentación, Mauricio
Macri señaló: "Es mucho más que un proyecto, ya que ésta propuesta tiene
que ver con un compromiso de la comunidad hacia una transformación definitiva
de Buenos Aires en una ciudad verde, que ya empezó". Al mismo tiempo,
enfatizó sobre el compromiso de la gestión: "Se trata de sumar el granito
de arena de cada uno de nosotros con distintas acciones. Necesitamos que todos
juntos lo encaremos".
Las diferentes metas planteadas
por el programa, cuyo plazo se estipula
para los próximos 20 años, incluyen la generación de nuevos espacios
verdes, la construcción de conectores ambientales, el impulso a las terrazas
verdes, un programa de arbolado urbano, las autopistas verdes y las
macromanzanas, entre otras múltiples iniciativas. Acompañado por el Jefe de
Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta y los ministros de Desarrollo Urbano,
Daniel Chaín, y de Ambiente y Espacio Público, Edgardo Cenzón, Macri comentó: “Apuntamos
a que todos sepamos de qué manera le vamos a dejar un mejor ambiente a nuestros
hijos y a nuestros nietos”.
En materia de espacio público, se
buscará asegurar la existencia de áreas
verdes a no más de 350 metros por cada vecino, construyendo para ello 78 nuevas plazas, objetivo que obliga
al gobierno porteño a encarar la compra de nuevos predios y la restauración de
otros, además de la ampliación de una treintena de plazas en distintos puntos
de la ciudad. A esto debe sumarse la construcción de 12 grandes parques, el primero de los cuales ya está en marcha, en
las adyacencias de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
Por otra parte, el plan ampliará
los alcances del programa terrazas
verdes que la Ciudad de Buenos Aires ya puso en marcha en edificios
públicos y continuará con su plan de reducción
y separación de los residuos en origen. A estos objetivos se le suma la
búsqueda por reducir el impacto que generan los vehículos que se desplazan por
las autopistas Perito Moreno, Dellepiane y 25 de Mayo, para lo cual se
plantarán 40.000 árboles de distintas especies en el marco de una iniciativa
que se llamará Autopistas Verdes.
El programa se completa con un
plan de arbolado público que buscará llegar al millón de árboles en la Ciudad en un plazo de 10 años (un promedio
de un árbol cada tres habitantes) y la construcción de macromanzanas que privilegian la circulación peatonal disminuyendo
un 50 por ciento los niveles de contaminación sonora, un 97 por ciento las
emisiones de CO2 y un 18 por ciento las temperaturas extremas.
Los ecos de un programa que no condice con la política
cementera
Como era de esperarse, el
programa presentado por el macrismo hizo ruido en el ámbito de la política.
Desde sectores opositores al PRO las
críticas no se han hecho esperar, tal es el caso de Virginia González Gass, legisladora porteña del Partido Socialista
Auténtico en el FA-UNEN, quien remarcó: “De repente al PRO le interesa cuidar
los espacios verdes, pero desde hace siete años no para de cercarlos con fines
privatistas, además de concesionar, vender y rematar los inmuebles públicos
para la construcción de viviendas de lujo, entre otros negocios poco claros”.
También señaló que el proyecto se trata de una “cortina de humo” para generar
confusión ante las permanentes crítica que el gobierno de la ciudad recibe por
la creciente destrucción de los espacios verdes de uso público y remarcó: “El
plan toma referencias inexactas al calcular una existencia de 6,2 metros
cuadrados de espacio verde por habitante, cuando en realidad son 1,8, una cifra
que está bastante alejada de los 10 a 15 recomendados por la Organización
Mundial de la Salud”.
No sólo la legisladora González
Gass fue crítica con el proyecto del PRO, sino también el legislador porteño
del MST y miembro de la Comisión de Cambio Climático Alejandro Bodart, quien sostuvo: “Mauricio Macri miente con
descaro, porque sigue cementando toda la Ciudad. Si le interesara lo verde, por
ejemplo, no habilitaría el Microestadio en Balvanera como piden los vecinos.
Los bares en plazas, el centro de cargas en zona sur, la plazoleta cementada en
Chacarita y el Plan Maestro para la Comuna 8 son otros ejemplos de su política
anti-verde”.
Nuevo programa, nuevos interrogantes
El nuevo programa no puede ser
más alentador. Resulta necesario hacer de Buenos Aires una ciudad más
ecológica, o de lo contrario se volverá progresivamente inhabitable. El plan
promete mitigar los efectos causados por el calentamiento global en un plazo
relativamente corto y eso, inevitablemente, abre nuevos interrogantes: ¿es
posible mitigar los efectos del calentamiento global con una serie de políticas
públicas y reordenamientos urbanos? ¿Es posible hacerlo en el corto plazo de 20
años? Y, por supuesto ¿qué rol juegan los ciudadanos porteños? ¿Son activos
protagonistas de este plan o meros espectadores de una serie de cambios?
Es inevitable realizar una
asociación de este programa con el de reducción y separación de los residuos en
origen, que se enmarca en la Ley de Basura Cero. Si los alcances del nuevo plan
tienen los mismos que los de la Ley de Basura Cero es de esperar que la
ciudadanía porteña se muestre, aunque interesada, ignorante de estos asuntos,
como lo muestra la encuesta realizada a 444 personas entre el 26 y 27 de abril
último por el Centro de Opinión Pública y Estudios Sociales (Copes) de la
Facultad de Ciencias Sociales de la UBA , que señala que el 56 por ciento de
los porteños nunca escuchó hablar de la Ley de Basura Cero, mientras que un 39
por ciento contestó que no le interesa separar la basura en su casa.
La separación de residuos en
origen no es sino la muestra cabal más cercana que existe acerca del escaso
compromiso ciudadano con temáticas ambientales. Bolsas de colores y enormes
contenedores que reciban la basura, no hacen a una ciudad “verde”, menos aún si
toda la basura va a parar al mismo relleno sanitario sin tratamiento previo.
Toda iniciativa ecológica que pueda verse entre los porteños no es ni más ni
menos que eso, una iniciativa de los porteños y no un producto de políticas
gubernamentales.
Así como reducir la basura no se
logra sólo separándola, mitigar los efectos del calentamiento global no se
logra solamente plantando árboles y construyendo plazas. La transformación de
Buenos Aires en una “ciudad verde” no puede ser nunca producto de políticas
gubernamentales aisladas, si no van acompañadas de un doble esfuerzo en
políticas educativas al respecto y de difusión de las iniciativas ecológicas
que, en la mayoría de sus casos son alternativas a las impulsadas por los
organismos de gobierno, más allá que Macri enfatice su dulce y esperanzador deseo
de ver cómo cada ciudadano porteño aporta su “granito de arena”.
El debate recién empieza, y
contrapone ciudadanos activos con espectadores. Contrapone al ciudadano que
separa los residuos, hace compostaje con los orgánicos y planta árboles con esa
tierra, con el ciudadano “correcto” que separa los residuos en bolsas plásticas
de colores, tira su vaso térmico de Starbucks
en el tacho correcto, y observa cómo crecen los árboles que otro (por lo
general un empleado público) sembró.
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